Conversación con María Macaya, Fundadora y CEO de la Fundación Rādika, profesora avanzada de Jivamukti yoga – y una de las personas que más admiro por su sabiduría, lucidez, compromiso y compasión – sobre la importancia de un acercamiento sensible al trauma en el mundo del yoga moderno.
¿Por qué es importante un acercamiento sensible al trauma en el mundo del yoga?
Las estadísticas demuestran que la razón fundamental por la que las personas empiezan a hacer yoga es por una búsqueda de más regulación emocional y tranquilidad mental. El número de personas con desasosiego, incluyendo trauma, depresión, ansiedad, o adicciones no solo son ya importantes, sino que además están en aumento. Tener herramientas para responder a ello, para acompañar de forma segura, sensible e informada es esencial. No solo por las personas con las que vamos a interactuar, si no también por nuestra propia tranquilidad y confianza como acompañantes.
¿Crees que una clase de yoga «regular» hoy en día es sensible al trauma?
Dependerá mucho del profesor o profesora. Ser sensible al trauma incluye cómo nos comunicamos, cómo entendemos la relación con los practicantes, o la intención que tenemos al compartir la práctica.
Lo que más me inquieta, tanto en clases como en Instagram es un espíritu de competitividad, y de poner la importancia en la imagen. Me preocupa que se coloca a los practicantes en una situación de sentirse capaces o no, avanzados o no. Yoga no es colocar el pie detrás de la cabeza o hacer el pino, yoga es una oportunidad para conectar con nosotros mismos y nuestro cuerpo, y a través de esa conexión sensible hacia nosotros, darnos lo que necesitamos en el momento presente. Como profesores o facilitadores debemos tener esa intención hacia nosotros y hacia los demás.
Hay una viñeta divertida que muestra a un alumno y a un maestro:
“¿Cómo consigo un cuerpo de yogui?” pregunta el alumno.
Y el sabio contesta con una pregunta: “¿Tienes un cuerpo?”
“Si!” responde el alumno.
“Pues ya tienes un cuerpo de yogui.”
¿Qué nos puede aportar una práctica desde el cuerpo en la sanación del trauma y en situaciones de desasosiego?
Bessel van der Kolk – principal creador de la metodología del Yoga Sensible al Trauma – tituló su libro “El cuerpo lleva la cuenta”. ¿Qué significa esto? Que el cuerpo lleva un registro de todo lo que nos ha ido ocurriendo en la vida, lo bueno y lo malo. Y que es con esa información que nos movemos, interactuamos, sentimos, reaccionamos y entendemos el mundo y las personas que nos rodean. Incluso cuando la mente olvida lo ocurrido, el cuerpo lo recuerda. Trabajar el cuerpo, reconectar con él, reconocer nuestras reacciones y estar presentes compasivamente con ellas, es esencial.
Además el Yoga Sensible al Trauma nos permite un lugar de seguridad en el que poner en acción algunas de las cosas que hemos perdido a causa del trauma: la capacidad de elegir y sentirse empoderados; conectar y estar presente con nuestro cuerpo – sus sensaciones físicas y las emociones que expresa; encontrar un espacio de seguridad con otra u otras personas en el que puedo ser yo mismo y explorar; volver y estar en el momento presente y la conexión y tranquilidad que eso ofrece, saber reconocer lo que necesito y mi capacidad de cuidarme, y hacerlo.
¿Qué recomiendas a los profesores de yoga que quieren ofrecer clases más sensibles e inclusivas?
Ideas que pueden considerar:
- No hay asanas mejores que otras, o más avanzadas. Cada persona está como está en ese momento. Como profesor puedes respetar ese espacio de autocuidado.
- Tu voz y las palabras que utilizas son tu mayor herramienta para crear seguridad en las personas que asisten a tus clases.
- Toma un momento para reconocer tus prejuicios. ¿Tienes preferencia por personas con cierto tipo de práctica? ¿Con ciertas formas corporales? ¿Por personas de una raza, edad o género? La sociedad y cultura nos influye más de lo que nos gustaría y de lo que somos conscientes. Indagar y vernos con honestidad es esencial para crear un cambio.
Y, como no, recomiendo formarte en Yoga Sensible al Trauma con nosotros en Rādika para tener herramientas claras y necesarias. Se que a mi, adquirir estos conocimientos, me cambió la vida.
Algo más que querrías añadir?
Si 🙂 que nos demos cuenta que el yoga, por norma general, sólo llega a ciertas personas. Las clases y formaciones de yoga son caras, y las salas están principalmente llenas de un tipo específico de personas con un nivel económico, educacional, forma corporal, capacidad física, edad, o raza por ejemplo. Son espacios en los que no todo el mundo se sentirá bienvenido, incluida o aceptada. ¿Cómo podemos contribuir a que llegue a todos? ¿Cómo podemos hacer el yoga más inclusivo y accesible, sobre todo a los que más lo necesitan?
Sobre María Macaya
María Macaya es Fundadora y CEO de la Fundación Rādika: una Fundación sin ánimo de lucro que ofrece cursos, formaciones y divulgación sobre salud mental y bienestar emocional.
María esta especializada en trauma y en yoga sensible al trauma. Está certificada en el programa profesional de Compasssionate Inquiry de Gabor Maté, tiene la certificación de 300 horas del Center for Trauma and Embodiment de Brookline Massachussets en la metodología de TCTSY y en el programa avanzado del Center for Yoga and Trauma Recovery de San Francisco.
María ha traído a España el Yoga Sensible al Trauma – un tipo de yoga basado en evidencia para personas con trauma. Ofrece sesiones de YST y ya ha formado a más de 500 profesionales en esta metodología.
También está certificada en adicciones y recuperación de ellas con la Universidad de Stanford, y ha estudiado neurociencia con la Kings College y con Nazareth Castellanos, teoria polivagal con Stephen Porges y Ariele Schwartz, y trauma con Bessel van der Kolk, Mario Salvador y Carmen Cuenca.
María es profesora de yoga avanzada de 800 horas de Jivamukti y forma a profesores en esta escuela.
Tiene una licenciatura en Historia del Arte y Relaciones Internacionales de la Universidad de Tufts, una maestría en Crítica de Arte de la Universidad de Columbia, y una licenciatura en Escritura Creativa de la Universidad de Stanford.
Créditos foto: Marta Cots.