Me esfuerzo por compartir una práctica que implica al cuerpo, la respiración, la energía interna y se traslada a la vida; y por poner el foco en la trascendencia de las enseñanzas antiguas para la vida moderna.

Las cualidades que cultivamos en la esterilla adquieren toda su importancia y significado cuando se reflejan fuera de ella, en nuestra vida y relaciones. Esta es la perspectiva desde la que enseño.

De la metodología del Yoga sensible al trauma he aprendido la importancia de que mis clases sean espacios de inclusión y seguridad, tanto física como mental y emocional.

Espacios donde poder explorar el propio paisaje interior, dejando de lado juicios, apegos y automatismos. Y ojalá poder salir de ahí un poco más conectados y menos separados.

Creo que cuando se abre la posibilidad de una conexión (hacia dentro y hacia fuera) auténtica y profunda, es cuando se hace posible la transformación.